No es la primera vez desde que llegó Preciado que la realidad abofetea al sportinguismo, aunque quizás si sea el golpe más duro. Los desmemoriados podrán comprobar revisando las últimas temporadas que el camino del Sporting de Preciado no ha estado precisamente cubierto por rosas, el sufrimiento es denominador común de las últimas campañas para conseguir siempre el objetivo.
El primer año del cántabro el equipo se hundió en la segunda mitad de la liga para pasar de ocupar posiciones de ascenso a pelear a cara de perro por evitar el descenso, la siguiente temporada el Sporting se quedó corto de gasolina pero consiguió el ascenso en la última jornada tras el milagro de Castellón, en el retorno a Primera se arrancó encajando goleadas que nos colocaron de colistas con una defensa que era un coladero pero se remontó y se consiguió la salvación, hace 2 años la pájara llegó en Diciembre con un centro del campo sujeto con alfileres por la venta de Míchel y la pasada campaña todos recordamos como se llegó a Diciembre.
Todas esas temporadas hubo un denominador común que mantuvo viva la esperanza aún en los momentos más difíciles. Podemos llamarle hambre, ambición,espíritu competitivo, carácter, casta o de mil maneras más. El nombre es lo de menos, lo cierto es que los que seguíamos al Sporting veíamos al equipo romo en ataque, cojo en defensa, espeso en el centro del campo, blando en la portería, o incluso todas estas cosas a la vez pero siempre vivo. Se iba uno del campo seguro de que los "artistas" lo habían dejado todo en el campo, les veía pelear hasta el final, dándolo todo unidos por el bien común y eso se contagiaba a una grada que necesita sentir para contagiarse. Porque El Molinón es así, si se calienta es un hervidero pero sin una llama que lo prenda todo se queda frío expectante, empieza el rún-rún y todo se desploma. Así somos, para lo bueno y para lo malo. Y, sin saber por qué, el equipo este año no muestra ese coraje que le caracterizaba los últimos años y hacía que una plantilla limitada rindiera por encima de sus posibilidades.
Hace falta estar muy ciego para pensar que la décima plaza del año pasado es lo normal con los jugadores que tenía el Sporting, igual que hay que ser muy necio para pensar que con las salidas y entradas que hubo este verano hay mejor equipo que la pasada campaña. Ahí empezaron los que mandan a poner clavos en el ataúd, Preciado, De Dios, Vega Arango (e incluso Fernández) han vendido gato por liebre, subiendo la exigencia del entorno, engordando el ego de unos jugadores que ya el año pasado dieron muestras de exceso de confianza y, lo que es peor, negaron la realidad 3 veces. Tras 3 derrotas con imagen bochornosa, salen defendiendo la actitud de los jugadores para que a la cuarta (sólo 2 días después) salga el entrenador a dar una rueda de prensa en la que veladamente se critica lo mismo y amenaza con medidas, sin dar nombres, a los culpables.
Como el primer paso para corregir un error es reconocerlo, esperemos que Preciado pueda recuperar la confianza y el respeto de un vestuario que empieza a estar viciado. Para ello le vendría bien, además de dar voces, poner a cada cual en su sitio y mejorar sus decisiones tácticas, dejando de dar palos de ciego y experimentar con dinamita. De lo contrario los días del hombre milagro del Sporting están contados en el banquillo rojiblanco. Por desgracia hasta Diciembre no habrá tiempo para arreglar otros problemas, porque no hay nadie que desborde por banda ni pegue un centro y la delantera esta tan falta de pegada como todos sabíamos. Las milongas del cariño a los delanteros, que Diego Castro no era Maradona, que no hacía falta reforzar el equipo con el dinero de la venta de Cote,... Todas las patrañas quedaron desveladas en apenas un mes de competición, y ahora serán canteranos como Juan Muñiz y Mendi los que antes o después tendrán su oportunidad con el primer equipo y arreglar lo que otros en verano no fueron capaces de solucionar. Por lo pronto, Nacho Cases vuelve a estar disponible par intentar dar dinamismo al equipo desde el centro del campo. Esperemos que con él empiece el resurgir del Sporting.
No obstante, pase lo que pase hay que exigir responsabilidades. Preciado tiene en su mano salvar el cargo si levanta el equipo, De Dios ya ha agotado su crédito con sus excusas de parbulario, sus absurdas (no) renovaciones y su incapacidad de fichar un delantero y un extremo derecho en 3 años, y la directiva debe rendir muchas explicaciones a la afición ya. ¿Por qué no baja la deuda? ¿Cuándo acabaremos con la ley concursal? ¿Dondé está el dinero ingresado en las últimas ventas? ¿Por qué se consiente la pasividad en el mercado de la secretaría técnica? Que nadie salga de rositas, bajar a Segunda es muy fácil y volver a Primera, muy difícil.
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